miércoles, 4 de abril de 2007

Tiempo de desmesuras,
nacen hierbajos, con ínfulas de flor, en cualquier parte:
la rendija del muro, el pretil
del puente viejo,
secular,
se encienden luces imposibles en las esquinas del ocaso
y
se apagan las esquinas del paisaje
bajo el peso de nubes oscuras,
que esconden
el lucero
vespertino
como si hubiera muerto
como aseguran los más pesimistas, para siempre.
Ignoran que la primavera es señal,
símbolo inequívoco
de que todo cuanto parece haber muerto, resucita.

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