sábado, 7 de abril de 2007

El telefonino, la agenda electrónica
-a veces ya incorporada-,
una máquina de retratar que guiña escasa luz,
asombrada ante la inmensa
luz de cada paisaje,
el automóvil quieto, mal aparcado,
su dueño que rezonga,
la mujer
mirando escaparates: mira, mamá, más barato que en Madrid,
los niños, que,
maldita sea,
han cogido una gripe inoportuna.
Son las minivacaciones de Semana Santa,
que todo el mundo dice que hay que cambiar de aires, pero mire,
qué quiere que le diga,
a mí lo que me gustaría en realidad
sería estar en casa, en la butaca
de todos los días,
que ya tiene la forma de mi espalda
y es en la que mejor
me duermen los anuncios de la televisión.

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