En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 23 de abril de 2007
La noche es un espacio que tiene siempre algo de misterioso. Y no lo digo sólo por esa oscuridad sobrecogedora, que a veces se nos llena, por miedos patológicos de que podemos ser víctimas los humanos demasiado confiados en nuestra frágil razón, apenas un barniz sobre el instinto que no entiende de civilizaciones, lo digo, además, porque durante la noche, mientras dormimos, unas veces, o a lo largo, en paralelo, de nuestro insomnio,, se producen cambios de que no solemos enterarnos hasta el amanecer, cuando hay un nuevo dolor, un alivio nuevo, nos hemos olvidado de algo o descubrimos allá en el fondo del problema que ayer nos agobiaba, un principio de claridad y la posibilidad de que las cosas se arreglen. Durante la noche quedan atrás o nacen hechos, posibilidades o se pierden otros sin remedio. Puede que ocurra lo mismo durante la luz y a la luz del día, pero entonces, como todo ocurre paulatinamente, tomándose su mayor o menor porción de tiempo, no nos sorprende como ocurre al amanecer, cuando estuvimos dormidos, o en vela, pero bajo ese velo neblinoso del insomnio, que es como una o una gavilla de obsesiones, no nos habíamos fijado en que algo estaba cambiando y no lo descubrimos hasta que, iluminados por la luz temblorosa del alba o sosegados por ella, nos damos cuenta de que estamos en otro paisaje y es como si todo, en vez de irse formando a los largo de cierto tiempo, hubiese ocurrido de súbito, como si el amanecer se hubiera producido igual que una nueva creación o como consecuencia de un gesto nervioso, repentino, de alguna de las varitas mágicas que como consecuencia de lecturas infantiles permanecen en lo más preciado de nuestra memoria, junto con personajes que fueron nuestros héroes y secretamente participaron en nuestra educación, salvando parte importante de nuestro espíritu curioso, emprendedor y aventurero, de los esfuerzos de tantísima gente de buena voluntad como a lo largo de los años estuvo empeñada en domarnos y domesticarnos para la rutina que urde la utilidad social.
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