El sol se ha parado a mirar,
con su ojo único, brillante, de cíclope cansado,
el espectáculo de la playa.
No dice nada, tiende
sus dedos largos y va comprobando,
la textura
de cada piel a su alcance, acaricia
con esa brutal falta de paciencia suya
los ojos blandos, las manos inertes,
refleja, sobre la mar, el cabrilleo
de una sonrisa
y la mar le devuelve una imagen rota,
pulverizada, envuelta
en el papel de regalo de la espuma.
De pronto, ha recordado que debe irse, empieza
a escribir con sombras larguísimas
el anuncio de la noche que viene
¿tendrá miedo el sol
de la noche?
¿mantendrá por eso encendido
su fuego?
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