En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 20 de agosto de 2007
Ocurre a veces como a mí hoy, que he iniciado un texto con pretensiones de poético parta recitar con luna composición musical de mi tío abuelo y me ha salido diferente de cómo lo tenía concebido. Pasa, creo, con los personajes de las novelas, que, desesperantes, cuando los has creado, reaccionan de manera distinta, incontrolada, de tal modo que complican lo que su autor tenía concebido y la novela toma por derroteros y adquiere ritmos inesperados, tan inimaginables que su autor, aislado, solo, se siente perdido como si se le hubiera roto el timón de lo que tanto le había costado pensar. Supongo que si se roza la inspiración ha de ser así, igual que esos investigadores que confiesan que fue buscando otra cosa cuando realizaron el hallazgo de la que les proporcionó un éxito mayor o menor, pero desde luego inimaginable desde la perspectiva del comino y la búsqueda que habían emprendido. Tal vez parecido a los hijos, cuando los soñabas así son andando, por más que siempre se les quiera igual aunque te hayan resultado tan sorprendentemente distintos.
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