En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 24 de agosto de 2007
Tal vez sea el penúltimo libro del verano. Lo tomé, sopesé e inicié expectante. Parece mentira –no diré su nombre- que su autor –hombre o mujer, tampoco diré- que había sido capaz de varias obras tan estimables que animaban a seleccionar ésta entre las compras de la librería, haya escrito bodrio como el que me aburre, sin el menor interés, la menor gracia e incluso usando palabras que parece que no sabe lo que habitualmente significan para cualquier lector en nuestro idioma. No sé que hacer, lo aseguro, si ser tan semiheroico y esforzarme en llegar hasta el final o si dejarme llevar por el impulso de tirar sin más a la papelera este desperdicio de papel y tiempo que tan impresentable e insoportable me parece. Creo que haré lo primero, Más que nada por fidelidad a mi convicción de que en cualquier escrito aparentemente despreciable, hay siempre algo: una palabra, una frase, una página, una hoja o un capítulo admirables. Si no digo nada antes de fin de mes, poneos, pónganse en lo peor.
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