Toda una multitud
va por entre los negros emigrantes, que venden bolsos, películas y relojes,
busca que te buscarás, sin mirarnos
ni a los vendedores ni al resto del torrente, la masa
humana, casi indescifrable,
que vamos entrechocándonos, se adivina que sin rumbo
por entre el aire espeso de calor de agosto,
que es como mermelada de luz.
Hay un techo de palabras,
dichas,
algunas,
e idiomas desconocidos, tal vez mensajes secretos de amor
o de odio,
que se entrechocan y resulta esta calle llena de gente,
dividida
en cientos de personas, cada una enfrascada en su búsqueda de lo imposible,
cada una agotando
esta pausa
del verano,
que ya no sabe como romper, ensamblar, aprovechar, perder,
para que sea un poco más
de sensación de libertad agobiada,
de haber huido del otoño que viene.
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