Vagamos toda una vida,
entre un punto donde nuestro más antiguo recuerdo muere
y el inimaginable futuro de más lejos,
viajamos, con la ventanilla abierta
para tocar, adivinar
un paisaje que se nos escapa. Inventamos
la fotografía
como estímulo de la memoria, que
fracasa, múltiple, traramudeada,
siempre la misma fotografía, entre las páginas
del álbum que nadie hojeará hasta el siglo que viene,
sin saber ya quien fuimos,
cómo odiábamos
o amábamos
precisamente aquel día.
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