En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
domingo, 26 de agosto de 2007
Hace muchos años, un entonces joven alcalde que conocí, a la vista de que cada delegado del gobierno, entonces gobernador civil de la provincia, hoy autonomía, de las primeras cosas que hacía al llegar era un “plan Oscos” para revitalizar aquella deprimida comarca, manifestaba que si, como uno de aquellos planes preconizaban, la administración abriese carreteras de acceso a los Oscos, para lo que servirían tales caminos sería para drenarlos demográficamente. Y en efecto, hicieron carreteras y la gente de allá arriba aprovechó para bajar mas deprisa de lo que ya lo venía haciendo. Es muy difícil remediar artificialmente lo que las circunstancias históricas tienden a modificar para bien o para mal. Ahora ha venido el señor presidente del gobierno nada menos a cerrar su veraneo en los Oscos y vaticino que, conmovido por el silencio y la soledad sonoros, encargará otro “plan”. Nihil novum sub sole, pero seguimos empeñados en desentendernos de la historia, o de las historias, de ambas, de la grande, general, y de la pequeña, particular de cada comarca y de cada aldea, con lo que, como si no hubiera nada antes y estuviésemos en la playa de un continente recién descubierto, reemprendemos cada error con el mismo entusiasmo que la primera vez. Con lo útil y eficaz que podría resultar que usásemos de las experiencias anteriores para dejar de ser la única especie que tropieza más de una vez en la misma piedra. Hace muchísimos años, cuentan que Diógenes respondió a la oferta real de ayuda con su “que no me quites el sol” tan conmovedor. Nos conmueven las frases que ponen de manifiesto sendos actos de desprendimiento, nobleza o ternura, pero el escalofrío espiritual que ocasionan suele ceder ante la oportunidad de enriquecerse de súbito que representa algo así como un atajo para dejer de tener que preocuparse, cuando eso de “contigo pan y cebolla”, por encontrar el pan, la cebolla y la lumbre nuestros de cada día.
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