En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 21 de agosto de 2007
A tal día como hoy, en mi pueblo, le llamaban la “víspora”, es decir, la víspera, algunos de los “confrades”, es decir, los cofrades de la “confradía”, es decir, la cofradía del santo patrón, que viene siendo, desde hace casi cien años, san Timoteo. San Timoteo, el obispo cuya fiesta se celebra el 22 de agosto, tiene acreditada una santa paciencia para con las irreverencias de los “confrades”, que le cantan, lo bailan y si llueve el día de la fiesta, desde echarle cubos de agua “pa que te fartes” –le dicen-, lo tienen amenazado de tirarlo al río, eso sí, pienso que bien sujeto por una maroma de atoar, porque a nadie gustaría que como al bonete del cura de la canción autóctona, se lo llevase la corriente. La víspera es una antesala de la fiesta que en cualquier caso y antes de cualquier fiesta, me ha proporcionado a mí siempre mayor deleite. Y es que el día antes, cuando te anticipas lo que vas a disfrutar al siguiente, con frecuencia te imaginas días más radiantes de lo que suelen resultar las fiestas mismas, atadas como permanecen al noray de la realidad, que casi siempre defrauda los infundados optimismos de la víspera. Esa fiesta inolvidable, que la imaginación previene colmada de maravillas. Ya creo que no queda nadie que recuerde por qué ya en el siglo XX, se inventó esto, sin precedentes, de festejar como santo patrón a san Timoteo obispo. Todo, se dice, empezó con una merendola campestre y resultona, que se volvió a celebrar al año siguiente, y luego, ya sin interrupción, cada año con mayor gentío, que obligó a fundar cofradía y adquirir un soto en que se canta, se baila, se come y se bebe hasta que los mosquitos del atardecer del río vecino, empujan al vecindario y turistas de vuelta. En eso estamos y estaremos, Dios mediante, hoy y mañana. El menú habitual está compuesto, como base, por empanadas de variado relleno, que va desde el pollo hasta el bonito, pasando por sardinas y carne, hasta el laterío, los filetes empanados y la gloriosa tortilla de patata. Al lado, mucho vino y bastante sidra. Cada año más, en comarca que antes no la solía consumir en cantidad apreciable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario