En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 10 de agosto de 2007
Se ha ido un tercio de agosto, la tercera parte del sueño de alrededor de dos terceras partes de currantes de los más diversos tipos, en vacaciones. Artistas, comerciantes, artesanos, estudiantes, maestros, negociantes. En verano –me dice un sudoroso camarero, ya sudoroso a las nueve menos cuarto de la mañana- no trabajamos más que los toreros y nosotros. Una exageración. Aquí, en la costa, durante todo el verano, hay mucha gente que trabaja para que sean posibles las vacaciones de este inmenso tropel que absorbe y dispersa a la gente de los pueblos. ¿Tú ves? Cada vez vienen más. Y ancianos y niños vienen rodeados de solícitas mozas ecuatorianas, peruanas, bolivianas, brasileñas. Vuelven los nietos de nuestros emigrantes y se traen la familia criolla, mestiza, deslumbrada porque ahora están regresando al lugar de las saudades todas de los bisabuelos y los tatarabuelos, redescubriendo los lugares de que habían oído hablar, cuando niños, si acaso. Algunos preguntan, otros callan su asombro. Casi todos traen versiones equivocadas, noveladas, mentidas, queriendo o sin querer, por emigrantes, exiliados, huidos y viajeros. España es un país cuya historia ha sido muy novelada, quizá el que más, por una multitud de gentes que se fueron, cada cual con su versión, cada uno historiador aficionado, contando su viñeta como si fuese el libro completo de esta vieja Iberia de tantas aventuras, desengaños, experiencias, atrocidades, alegrías y amarguras. Si no la más, una de las tres naciones más aguerridas, violentas, desmedidas, heroicas y heridas de la desmedida Europa de los disparates, las exageraciones y las catástrofes. Lo malo es que vienen y entre ellos y nosotros, todos somos culpables de que se agrupen y nos agrupemos como cuando las famosas tres culturas nos dividían cada ciudad en los tres tercios divisos. Solo que ahora no somos tres, sino muchas culturas, algunas ya con su barrio, por si eran pocos aquellos en que se concentraban ya los peculiares por diversas razones. Leo y me desternillo de risa que alguien dice que ha bajado el índice de precios al consumo alrededor de siete décimas. Habrá bajado el índice, porque lo que es, los precios deben viajar por cuanta propia, lejos de donde se computan los famosos índices y en sentido contrario.
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