miércoles, 29 de agosto de 2007

La ciudad,
una plazuela, y, en ella,
concentrando la nostalgia de algo que tal vez no haya existido nunca,
inundado de recuerdos de la luz,
mentido de espejos, ahora mismo opacos,
inmóvil,
hay un tiovivo abandonado.

Dicen que hace muchos, muchos años,
más allá de los límites
del más viejo de sus habitantes,
se celebraban ferias en esta ciudad,
llena de niños, entonces,
que se perseguían, gritando,
montados en los caballos polícromos
de los tiovivos.

No quedan niños
en la ciudad y por eso el tiovivo,
esperándolos,
se ha quedado dormido en la plazuela y si te acercas,
le oirás
respirar
un poco trabajosamente ya
porque el tiempo
no perdona a los viejos que recuerden.

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