miércoles, 8 de agosto de 2007

Música. He puesto la música
de jazz,
que tiene siempre algo de primitiva
improvisación, de amor súbito,
como el que se enciende sin previo aviso para siempre,
¿te acuerdas?
por más que no dure
sino lo que suele, ese soplo numídico
con que entreví mis sueños en tus manos
y las llené de besos. Llévalos –te dije-
y vételos sorbiendo
cuando los necesites,
cuando
estés a punto de olvidarme, como si fuese un último
suspiro, el canto de cisne blanco,
-porque fue blanco, mantuvo el cuello erguido
y su reflejo en el agua-
que imaginamos juntos, cuando nos arropaba el silencio
a medida que fuimos agotando aquella inacabable cosecha
de hermosas
palabras
de amor.
He puesto la música
de jazz,
no se lo digas a nadie, ¿a quién importa?
nuestra música.
¿O fuimos nosotros los que le pertenecimos, sus notas
durante toda aquella eternidad
tan efímera?

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