Belisario, el muy tonto,
se pasma con las gaviotas
en medio de la plaza,
ante la casa
donde tiene su despacho
el viejo señor notario
que autoriza testamentos,
custodia sus protocolos
y afina los instrumentos que suscribe el personal,
desde la ilustre matrona
hasta la núbil doncella,
comprando ambas la vivienda,
que mañana estrenarán.
Belisario no la tiene,
a él le bastan sus cartones,
una manta carrañosa
y el rincón de un soportal
en que duerme a la intemperie.
El señor notario, en cambio
pernocta con su señora,
tres doncellas, cocinera,
chófer, mayordomo y gato
en un antiguo palacio,
tiene cama con dosel
y colchón de miraguano
y sin embargo no duerme,
como duerme Belisario, a pierna suelta,
porque padece lumbago.
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