domingo, 4 de marzo de 2007

Belisario, el muy tonto,
se pasma con las gaviotas
en medio de la plaza,
ante la casa
donde tiene su despacho
el viejo señor notario
que autoriza testamentos,
custodia sus protocolos
y afina los instrumentos que suscribe el personal,
desde la ilustre matrona
hasta la núbil doncella,
comprando ambas la vivienda,
que mañana estrenarán.
Belisario no la tiene,
a él le bastan sus cartones,
una manta carrañosa
y el rincón de un soportal
en que duerme a la intemperie.
El señor notario, en cambio
pernocta con su señora,
tres doncellas, cocinera,
chófer, mayordomo y gato
en un antiguo palacio,
tiene cama con dosel
y colchón de miraguano
y sin embargo no duerme,
como duerme Belisario, a pierna suelta,
porque padece lumbago.

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