¿Recuerdas aquella esquina
de una tarde inesperada?,
una tarde
tal vez de primavera reciente, porque estaban las acacias quietas,
había polen en el aire,
recorrimos la tierra sin saber por qué camino
envueltos, engarzados
por nuestras palabras más banales
con que tratábamos de encontrarnos en la realidad de la tarde
recién
estrenada.
No nos esperábamos, ni siquiera
sabíamos nada, como si recién atravesado el mar
Ulises, que podría haber sido yo,
se había encontrado, de pronto con Nausícaa, sola en la playa.
Nos dijimos adiós precisamente en aquélla, esta esquina,
adiós, pensamos ambos que hasta pronto
y resultó hasta nunca.
Ahora derribaron el quiosco, cerraron la tienda,
hay un pobre, pidiendo, en el quicio
de la puerta.
No sé lo que le dí, todo el dinero que llevaba,
por si era
la concreción desarrapada,
triste
irreconocible,
de un hermoso recuerdo.
Me miró con asombro.
No dijo nada. Echó correr, supongo
que por si me arrepentía.
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