En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 30 de marzo de 2007
De Jodorowsky Joan Butler, pasando por Sjöwall y Wahlöö, llevando los tres volúmenes, según la hora, de una sola vez, barajando su lectura para tratar de acabarla a la vez, equilibrándola, cuando llega la noche y la hora de que el balance del día nos cierre los ojos y ponga sobre los párpados el primer sueño, que anoche compartió espacio con un incipiente dolor de muelas de que no hablaré para no se crezca y puede que se vaya sin mayores males, es decir, sin necesidad, por ahora, de visitar al señor de la bata blanca, las tenazas y el torno. En la calle llueve con mansedumbre insistente y el perro me agradeció el paseo matinal sacudiéndose el abundante pelo a la vera de mis pantalones. Leo en el periódico que le quitaron la custodia de un niño a una familia por dejarle engordar. En mis tiempos trataban de engordarnos un mínimo que nos garantizase la supervivencia de la tisis galopante que acechaba nuestras niñeces. En los cuentos infantiles, los niños que son atrapados por ogros y gigantes en lo más profundo de los bosques, suelen escaparse porque les da tiempo el régimen alimenticio a que sus captores los someten, antes de cocinarlos, para que den buen y apreciable bocado. Alguien, en una sección especializada, trata de justificar una decisión judicial para otros difícil de entender. Es larga, prolija, la motivación de la resolución que se explica en la columna de que hablo. Desconfío siempre de los escritos muy largos para rusticar cualquier cosa que sea, petición o decisión. El sentido común suele ser como un trazo escuálido, sencillo, fácilmente definitorio. Lo que necesita de muchos circunloquios, digresiones aparentemente justificatorias, por lo general, lo que le pasa es que su ambigüedad o la falta de sentido común, lo hacen dudosamente viable, si bien se acepta por alguien o por algunos, o hasta tal vez por muchos, por aquella única difícil de entender y supuesta razón de que el fin justifica “todos” los medios. Y no es así, desde luego, por más que pueda justificar “algunos” medios, que desde luego, serán siempre opinables.
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