miércoles, 7 de marzo de 2007

La carretera pasa sin inmutarse
incapaz de contener más prisa, más coches, más velocidad multicolor,
se aparta de la mar, nos lleva
por entre las montañas de otro mundo,
sin darnos tiempo a inventar un camino
por el que imaginar
que subiremos al risco más lejano y alto.
¿De qué sirve viajar,
recorrer un paisaje tras otro, una sala,
tras otra, de tantos cuadros, cada uno
con un paisaje distinto,
si no paramos a mirar con el debido deleite
ese sutil colorido de Boticelli,
que deja entrever la textura del lienzo,
si no vemos siquiera
la picardía de esa mirada,
ese dolor oscuro de las figuras atormentadas
de Domenico, el Greco?

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