domingo, 11 de marzo de 2007

Domingo a punto para que regresaran, como lo han hecho, los pájaros. Hay un aliso junto al río, sin hojas aún, como es lógico, a pesar de la envidia que le da la mimosa que casi las ha perdido, y en sus ramas se aposta mañana y tarde un pájaro que reclama. No sé lo que es, no lo identifico por el canto, ni jilguero ni mirlo, de condición y canto habitual más modesto que el malvís. Insiste sin desalentarse porque todavía de mañana hiele y haga frío. Y hasta pienso que en los ratos libres del resto del día, ya anda rebuscando pajas y algodones para el nido. Domingo para comentar que el Barcelona le ha cedido puntos al Madrid, al no poder pasar del empate. Media España apoyaba al Madrid, la otra media al Barcelona. No cuentan para esa gran masa de la mayoría partida por gala en dos, los pequeños, aguerridos, fieles grupos de otros equipos. Lo que conmueve y contempla una inmensa multitud a través de la ventanilla del televisor es el duelo en que esos dos monstruos del fútbol se crecen incluso cuando están bajos de forma, desechados, hasta hay quien dice que enfermos de esa especial depresión futbolística –al fin y al cabo uno de los grandes y peores males del siglo- que hace naufragar a sus estrellas venidas de de todos los puntos de la rosa de los vientos a ganar el al parecer inagotable dinero del fútbol, y dispara ese misterioso afán que con sus avatares enloquece hasta el frenesí a algunos disparatados partidarios de ganar siempre, como sea, justificando todos los medios para ello, sin cuenta de que del otro lado hay otra ilusionada multitud. Ayer, al empatar, no satisficieron del todo a nadie, pero ambos consolaron en última instancia a sus respectivos partidarios. Por lo menos, se salvaron hilachas de ambos honores y el que no se consuela es porque no quiere.

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