viernes, 23 de marzo de 2007

El paisaje,
que tan trabajosamente, entre estornudos,
se había
vestido
de nieve,
ahora a toda prisa se quita los largos calzoncillos blancos
y enseña las piernecitas de la primavera,
esqueléticas,
débiles
como suspiros de la niña núbil,
que, asomada a la ventana,
ve a su admirado ídolo,
asomado
en el anuncio,
que están pegando cuatro obreros distraídos,
de la peli del sábado que viene,
que su novio le tomará la mano, en lo oscuro
y pensará ella que es la mano del ídolo,
y su novio le posará en la rodilla
y ella exhalará un suspiro,
a ese suspiro me refiero.

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