lunes, 19 de marzo de 2007

-¿Qué haces?
-Poner remiendos al tiempo
-¿?
-Todo el mundo, cuando hace esto que hago, dice que está “matando” el tiempo. A mí me repugna hablar de matar. Me niego a matar ni el tiempo ni a nadie. Por eso, cuando me parece que está herido, maltrecho, deformado, pongo remiendos al tiempo.

Tendrá razón. Haría falta que muchos pusiéramos remiendos al tiempo. Puesto que somos incapaces de inventar, aprovechar, el tiempo nuevo, deberíamos, por lo menos, remendar el antiguo. Un tiempo viejo es mejor que la intemperie.

Usar tiempo viejo, decía mi abuelo, es como sentarse, igual que los vagabundos, al borde de un camino a mirar pasar. hay gente que lo hace, y, durante cierto tiempo, esperar a Godot puede resultar hasta instructivo, pero si permaneces, si no te armas de valor, te levantas y sigues, aunque no sea más que renqueando, corres el riesgo de petrificarte y morir como un imbécil.

Una manera de poner remiendos al tiempo consiste en recordar –que a partir de cierta edad te pone en el riesgo de dormitar y que el subconsciente intervenga, ponga y quite a su albedrío porciones de inmateria en los recuerdos-, recordar y reemplazar lo impertinente de cada recuerdo, la parte que hace referencia a nuestras insuficiencias y suponer que en aquella ocasión, en vez de comportarnos como lo hicimos o decir o hacer lo que dijimos e hicimos, nos comportamos como deberíamos haberlo hecho.

Al fin y al cabo, los recuerdos son agua muerta, o dormida, en el remanso umbroso, agradable, tentador. O se mueve o se pudre, llena de renacuajos, caballitos del diablo y huevos de mosquito. La muerte, siempre generando vida, a pesar de todo.

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