DOMINGO 29 DE JULIO
Podríamos haber sido cualquier cosa,
pero no fuimos
más que tú y yo,
atravesando aquella tarde,
recién nacida, la ciudad.
¿Nos habrá visto?
-La ciudad, me dirías, no tiene ojos-
Podríamos habernos incluso enamorado,
Pero no hicimos más
que atravesar, a la hora de la siesta, cuando todos dormían,
hasta las acacias y la brisa,
un costado de la ciudad,
que ni se habrá dado cuenta.
-La ciudad, me mirarías asombrada,
no siente ni padece-
No tuvimos pasado –que no nos conocíamos-,
ni futuro. ¿Por qué, dime, no abrimos todos los sentidos
para recibir
un posible futuro que había sido sabe Dios cómo, pero habría sido
nuestro?
Ahora, ya casi anochecidas
tu vida,
desconocida,
y la mía gastada en tantas otras cosas,
me encuentro,
a esta hora, que es aquella, nuestra única hora,
con tu recuerdo.
Recorro contigo, acariciamos juntos
el flanco
de
la
ciudad.
Llegamos, todavía hace poco
existía la puerta en que tú me dijiste, yo te dije ..
¿qué
dijimos?
Tal vez haya un lugar, a esta hora en que estés viva, decidas
al mismo tiempo que yo, volver
al escaparate, que hacía espejo y un día –dijiste- iremos
a la verbena a vernos en otro juego de espejos como éste.
No me atrevo a abrir los ojos.
Podríamos estar allí, pero faltará sin duda, a la cita imposible,
nuestro futuro, que murió aquella tarde
justo al nacer, sin dar explicaciones.
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