Míralos.
Ninguno de ellos, por separado, sería capaz de matar una mosca.
Míralos.
Se enardecen, recíprocos. ¡matadlos! –gritan.
No ha pasado el tiempo, el Evangelio dice que gritaban a Pilatos.
¡crucifícalo!
Las multitudes se reúnen para pedir, para exigir que alguien
mate a otro,
para linchar
a quienes, uno por uno, hasta me consuela pensar,
que cada otro de los reunidos, cada porción
de la masa conjugada, consolidada en la petición, la orden
de matar
sería capaz
incluso de amar apasionadamente.
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