martes, 10 de julio de 2007

Tu perfil, el escorzo
para volverte a medias, preguntar
o decir,
la tersura de tu piel que era caricia, sin haberla
tocado aún,
aquel cascabeleo
de los besos posible, que tú hurtabas y jamás
existieron
como palabras calladas
o los huevos de pájaro que seca el sol
en el nido vacío
cuando jugábamos a cazar los jilgueros con liga de muérdago,
tus ojos, expresivos
del afán de volar, la carne
lastrada y prieta
y en cualquier parte, oculto,
el reloj
del tiempo,
ese oscuro fantasma, riéndose
de nosotros.

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