sábado, 14 de julio de 2007

Estoy quieto, sufriendo,
mientras todo ocurre,
porque, entre otras cosas,
no puedo leer todos los libros que se publican,
escuchar todas las melodías de las bandas de Nueva Orleáns,
acompañarlas, e ir
a ver los cuadros que todavía huelen a aceite,
desmesurados, desbordantes
de vida.

Al final sólo he podido advertir,
como al paso de un cometa,
más que el destello,
o ese fulgor, cuando cae el rayo
en mirad de la tormenta,
que desproporciona la luz, porque sin duda
está naciendo algo en cada ocasión
en que vibra
la luz.

Todo es amanecer, pienso a veces,
aparición,
creación
de la primera luz, indecisa
del alba.

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