viernes, 20 de julio de 2007

Me acompaña esta tarde, mientras escribo,
el desconcierto de la música sincopada,
un saxofón, que persigue la luz,
apoyándose en las copas de los árboles para saltar,
en la aguzada flecha del cono
de las peñas de algún acantilado,
en las puntas de lanza del perfil de mis sueños.

Tal vez cuando se detenga, lleguemos juntos
al final de su trayecto de sonido,
el silencio esté cansado de agitarse, hervir
y me haya
quedado
dormido,
sin más luz, de nuevo,
que el recuerdo de tus ojos
o ese silencio
que aprovecha Dios para repetirnos lo que no entiendo.

No hay comentarios: