Torbellinos de luz se abren camino
por los de mi laberinto. Cada uno, tenemos
por lo menos
un laberinto secreto a que huir
cuando no cabe más locura en nuestra circunstancia vital,
cuando tenemos ganas de llorar y no podemos
porque, naturalmente,
los hombres
no
lloran..
Más que cuando lloran –añado yo-,
cuando están perdido llorando
en medio
de un sueño atroz.
Hay una edad, me dicen,
en que el sueño y la realidad se entremezclan de tal modo
que de nuevo dudas,
como cuando eras niño, como fuimos,
si se puede o no escapar, por el collado del sueño,
de lo que la razón te dice que es la vida.
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