Hoy es día de Harry Potter. Hoy, le guste a usted o no, os guste o no, es su día. El séptimo. Y no el séptimo día, sino el día que se publicó el séptimo y último tomo de la aventura en que consistió el bachillerato de un niño mago. Hoy, en todo el ámbito que habla inglés, publican el séptimo tomo y dejan a los del ámbito de la lengua castellana para la Navidad que viene, para que se despachen la aventura y se enteren, alguno lo hará antes a través de traducciones mejores o peores, de noticias, de resúmenes, de avances, de escapes, se eso que llaman los admiradores pottermaníacos los “spoiler”, de si Enriquito ha sobrevivido a no a su inevitable encuentro con el malvado innombrable del mundo mágico de la señora Rowling, que alivió con él sus penas y penurias, para que luego digan que nos hay fenómenos en el mundo de las letras, capaces, como un buen delantero centro goleador del fútbol, de hacerse ricos con el sabio manejo armónico, no en este caso de un balón, sino de las letras y de la imaginación, conjugadas por la fantasía.
Todo un mundo, con su pasado, su presente, su futuro, sus aciertos y sus desventuras, ha salido de la pluma, el bolígrafo, los lapiceros y probablemente el ordenador de doña Juana, que ha hecho felices a los miembros dispersos de la multitud de seguidores de su capacidad para contar una historia de lo inexistente. La hicimos incluso premio Príncipe de Asturias, aunque no haya sido de Literatura. A estas horas ya ha liquidado a quienes debía morir para culminar la aventura y a quienes sobrevivir para liquidarla. Unos y otros, permanecerán ahora en los siete tomos herméticos que probablemente no releamos más que si acaso parcialmente, pero ya son historia de la literatura. Personajes hermanos de los clásicos, que recorrerán con don Quijote, con Tintín, con Pinocho, Macbeth, Harpagón, Snope, el capitan Nemo y tantos otros constante, diariamente el camino, cada vez que alguien abra el libro y lo recorra con ellos, hasta el final de los tiempos.
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