Siendo, que fui, estudiante de francés,
había en mi libro de texto un poema,
que hablaba de una nube
que le decía cosas a un niño que le preguntaba.
Lo único que importa –le decía la nube-
es que regaré con mis palabras –mi lluvia-
el campo que me espera.
Por eso van las nubes presurosas,
por eso es hermoso ser nube,
por eso me gusta imaginar
que me siento en la veranda
de mi vejez y las miro pasar, adivino
el sueño de la persona, animal o cosa, fracasados,
que lleva cada nube en la engañosa forma
de su figura,
y las cuento y me quedo dormido
con la cabeza y el sueño apoyados
en sus brazos de niebla y de suspiros.
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