Hay una parte de mi adolescencia última,
cuando, de un momento a otro
iba a emprender la solitaria labor
de mejorar el mundo
sin cobrar nada a nadie por ello,
que se mezcla
en los daguerrotipos del desván de la abuela
soñada, que no tuve,
con tu escorzo al pasar, sonriente,
repartiendo entre el tropel de brutos que todavía éramos
los mozos de mi curso de bachillerato,
como quien echa flores al barro, fogonazos
de aquella imagen tuya, icono
de la belleza misma, del amor
intacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario