sábado, 12 de enero de 2008

Fueron jóvenes indomables, pero se han hecho viejos y resulta por lo menos pintoresco que sigan cantando las canciones protesta de su juventud, como si se les hubiera acartonado un espíritu que ya no está, como entonces, en carne viva, y se advierte en seguida que ahora es ficción y los escalofríos que los recorrían son sólo ahora fibrilaciones, pura arritmia, mentira de luz artificial, sombras largas y recuerdos cortos. Nadie puede ser siempre joven, más que Peter Pan y sus secuaces. Los demás, como mucho, apoyados en cierto retraso anacrónico que sufro en el alma, nos convertimos en parodia lamentable de lo que fuimos, si nos empeñamos en comportarnos como corresponde a un período de la vida de cada cual, que, cuando ya ha pasado, es irrepetible tesoro susceptible de consolar las soledades de cuando la gente se aparta para no oírnos contar una y otra vez la batalla de las Termópilas o la carga de la brigada ligera, o lo que costaban un café y un chato de vino con tapa cuando éramos estudiantes de primer curso de carrera y recorríamos tascas y chiscones cantando bajito, para que no nos echasen con cajas destempladas, lo habitual de que nos había tampoco entonces quien pudiese con la gente marinera.

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