La niña va tomada de la mano de su madre,
pensativas,
una en la lumbre, la otra en su absoluto,
la primera
está turbada, mienten para ella,
afanosos,
los cinco
sentidos,
la niña, ilimitada,
aún,
sufre presencias inimaginables:
brujas, presagios, humanidad nueva,
que ha nacido otra vez para ella
sin nombres ni números,
sin caminos
ni recuerdos,
sufre a la vez de miedo y de hambre de saber,
se roza, cuando pasa
con un hada o pisa
la raya de otro mundo, ignora las sorpresas
banales
que hay más allá de la esquina
donde tal vez un gigante,
el dragón o la alegre carroza
de la princesa se desvanecerán
un día
de adolescencia que viene
como un torrente.
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