sábado, 12 de enero de 2008

Tiene un sonido especial, la viola, en tus manos,
de algún modo la meces, como si fuese un niño,
con ternura de madre primeriza,
todavía asombrada
por la sonrisa, el sonido, que vas arrancando
de la madera dormida,
que se extiende en el aire y apoya
en las seguras notas
del viejo
piano.
Te hacen la corte tres violines, pero tú
mantienes el cauce en que se mueven sus tres hilos
de oro y plata.
Cierras los ojos,
un temblor apenas, de tus párpados
finge que eres de este mundo,
pero tú yo sabemos
que viniste con la milagro de la música
y cuando se apague
esa luz,
todo, como cada tarde, habrá sido un sueño
y seremos los de todos los días,
los mismos
desconocidos

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