La vida –dijo mi poeta interior,
éste mudo incapaz de decir lo que yo siento-
no es más que una larga agonía,
que inicia y que repite el nacimiento
de cada ser humano nuevo,
que escapa de las leyes del aborto.
Nacer o no, es la cuestión, y no el ser o no ser
del príncipe de Dinamarca,
pero si nazco, es sólo
para iniciar los trámites, un largo papeleo,
en que unas autoridades competentes para ello,
me darán permiso
para enamorarme, de modo esperanzadamente desesperanzador,
descubrir la eternidad, y morir,
tratando inútilmente
de averiguar en qué consiste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario