viernes, 4 de enero de 2008

Víspera de la víspera,
cuando ya resulta la ilusión infantil insoportable,
de la llegada de los tres reyes magos,
que si existieron,
que si no,
que si eran muchos, pocos o tal vez
nada más que tres
¿qué importa?, ahora ya son
cita inexorable de los niños expectantes,
y de los adultos, no lo confeséis, esperanzados,
cada seis de enero,
epifanía,
convocatoria expansiva,
que llama –venid-,
para en seguida dispersar –id
a contar la buena noticia
de que ha nacido un Niño, y pasado mañana,
la epifanía, va a cerrar
la Navidad con un regalo múltiple, inefable,
símbolo del amor que el Niño trajo
para siempre, siempre, siempre,
con esa terca insistencia
de la eternidad-.
-¿Y si no hubiese eternidad? –pregunta mister Scrooge una vez más,
moviendo con duda la cabeza-
-La habríamos soñado, que es un modo
de recobrarla.

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