Víspera de la víspera,
cuando ya resulta la ilusión infantil insoportable,
de la llegada de los tres reyes magos,
que si existieron,
que si no,
que si eran muchos, pocos o tal vez
nada más que tres
¿qué importa?, ahora ya son
cita inexorable de los niños expectantes,
y de los adultos, no lo confeséis, esperanzados,
cada seis de enero,
epifanía,
convocatoria expansiva,
que llama –venid-,
para en seguida dispersar –id
a contar la buena noticia
de que ha nacido un Niño, y pasado mañana,
la epifanía, va a cerrar
la Navidad con un regalo múltiple, inefable,
símbolo del amor que el Niño trajo
para siempre, siempre, siempre,
con esa terca insistencia
de la eternidad-.
-¿Y si no hubiese eternidad? –pregunta mister Scrooge una vez más,
moviendo con duda la cabeza-
-La habríamos soñado, que es un modo
de recobrarla.
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