La danza del fuego,
el rumor del agua que corre viva,
los arrebatos del aire. Seguro que hay un ángel,
en cada esquina,
custodiando el quehacer de la energía que pasa.
No te pases, dirá otro,
al pincel del sol,
cuando pinta los excesos del ocaso.
Se me ocurre preguntarle al mío
si los ángeles envejecen con sus clientes,
sufren con estos fracasos, que tenemos,
de pura estupidez, se desesperan
en alguna ocasión, o son ellos
los que mantienen esta pavesa
que aún exhala nuestra señal de humo y socorro y trata de decir
que todavía estamos
vivos,
que podemos. aunque parezca tan poco probable,
servir para algo.
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