sábado, 5 de enero de 2008

Noche de Reyes,
¿qué mejor regalo
que la luz de la luna,
los millones
de millones de estrellas –algunas
se caen, como las ilusiones,
se caen en la mar,
se ahogan en el agua,
luego la marea
las deja en la playa-;
qué mejor regalo
que la sonrisa
del recuerdo
de madre, que me miraba
jugar
con soldaditos de plomo
y un tambor,
cualquier seis de enero,
a eso de la madrugada?

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