En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 11 de enero de 2008
No soy capaz de echar a andar un teclado inalámbrico para mi nuevo –regalo de Reyes- ordenador Apel. Me está bien empleado. Funcionaba bien el anterior y lo cambié por la tentación estética y la facilidad de maniobra de éste nuevo que me obliga a cambiar un montón de modos de hacer. Es bueno mantenerse atento a las mudanzas tecnológicas, pero a su socaire, lo cierto es que te tintan cada día con aparentes cambios que no son más que sofisticaciones inútiles o pequeñeces que cuestan para nada. Pasa con la mayoría de las cosas. Ahora hay demasiada gente ideando, diseñando, escribiendo, pintando, inventando, y como consecuencia se producen muchas cosas útiles, pero muchas más inútiles, mezcladas, indiscriminadas. Ocurre con todo. Es cada vez más difícil seleccionar. Y más si se es consciente de que cada libro malo puede contener una línea inspirada, perdida como un tesoro entre páginas y páginas de cochambre- Habrá, digo yo, que tener paciencia y estar atentos. Y en esto del teclado, acabar por preguntar. Dicen que preguntando se llega a Roma. Según a quien preguntes, habría que añadir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario