sábado, 17 de febrero de 2007

Castilla,
yo lo vi, está poblada
de soledades.
Nadie está con nadie
en la calle vacía,
se desploman lentamente los adobes,
se funden
los colores sobre este color barro,
este siena caliente,
en cuyo lindero, de pronto
retiñe, más que suena,
se insinúa
la campanula mínima del covento lejano,
invisible
como un vago recuerdo.

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