¡Día de humanos!,
dice mi pobre perro, humillado
por la tecnología en marcha de los coches
y la prisa loca
de algún oficinista despistado
que hoy se durmió y corría por el alba,
perdiéndose el fulgor
de la primera luz de la mañana.
Yo no tengo
Ni siquiera el consuelo de poder decir
que era un día de perros
este hermoso día.
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