En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 23 de febrero de 2007
Multitud de personas se remedan unas a otras con el más rotundo fracaso porque no se trata de imitar, sino de limitarse a ser uno mismo, cada cuál su vida y hala, a vivirla. Pero nos tientan las vidas de los demás: ¡si yo fuera usted! (es el título de una desasosegante novela de Julien Greene) –nos decimos- y remedamos, de algún modo pintamos caricaturas de nuestros héroes más admirados en cualquier campo del arte o de la artesanía. Pienso que multitud de vidas se viven sin vivir en sí y otra equivalente, se queda sin vivir. Lo digo al hilo de ese turista que recorre la ciudad buscando la imagen, por cierto inexistente, que tenía de ella, y de ese viajero –odio las aglomeraciones de turistas, dice con presuntuosa petulancia de insignificante,- que va pasando por los lugares que otro describe constatando que en efecto, están allí, pero no cabe que el viajero sea vivido por su predecesor. Sin embargo, el viajero escribirá otro libro de memorias, describirá de nuevo la ciudad, fingirá haber sentido y la bola del mundo seguirá girando.
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1 comentario:
Hoy comentaba amigo Bosco cómo el tiempo dota de importancia las cosas más pequeñas. Recordaba alguna espera y algún paseo. Y la espera de entonces es hoy algo bonito, y el paseo habrá que repetirlo.
Abrazos.
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