sábado, 24 de febrero de 2007

Por los caminos del viento he venido a dar al cansancio de la vejez. Ya hago a suerte y ventura la travesía de la calle cuando retorna a la ventanilla de la farola el hombrecito verde, y el rojo me acosa con su posible regreso demasiado apresurado. Porque los verdaderamente importantes son los automóviles, sobre todo ese que pasa ahora mismo, sobre mis huellas recientes, ululando las sirenas de las dos motocicletas que le preceden, tripuladas por sendos czibores ominosos.
-Un pez gordo –supone un transeúnte a mi lado-
-Seguro –corrobora otro-
Los enormes relojes de las fachadas, de que siempre espero infructuosamente ver colgando a Harold Lloyd, nos miran sin ver porque no tienen ojos. No tienen más que tiempo y espacio, y si acaso un mecanismo atrás, que les repica de modo audible en las neuronas de sus muelles, ruedecillas y demás impredecibles artefactos.
-Ahora suena. Verás –le diece a la niña emperifollada su papá.
-Oirás –le corrige, repipi, la niña-
Ni oir ni ver, porque hoy está el reloj parado en las ocho menos dos minutos y en realidad son las doce del mediodía. Hora de tomarse una caña de cerveza con una tapa de calamares fritos en tasca de Madrid, capital del Reino, que es donde mejos fríen los encargados de la chapa del bar las gambas y las rodajas de jibia que te venden como calamares fritos, deliciosos, blandos; hora de ir a la Cruz Blanca, que ya no se llama Cruz Blanca, a ir amontonando fieltros de cerveza y hartarse, si te llega la camisa al cuerpo, tienes valor y euros, de camarones; hora de despertar ese vagabundo, bajo el cartón y la manta roja de cuadros azules, que entredormido, casidespierto, le llama hijo de puta a uno que pasa y le niega la primera limosna que pide.
-¡Hoy –grita filosófico- el mundo se ha levantado hijo de puta!

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

En Madrid lo extraordinario es cosa de todos los días. Ese vagabundo tenía que ser de Madrid...

Abrazos.