lunes, 12 de febrero de 2007

Compro, leo, medito. Cada poco salen unos cuantos libros que hablan de las falsedades históricas y dejan pensando cuántas permanecerán sin aclarar, convirtiéndose así poco a poco en hitos históricos, verdades incontrovertibles. Cuando leo la historia reciente, en parte de la cual anduve vivaqueando, descubro que cada cual la relata como le parece y aprovechan algunos para fingir autobiografías en que, de modo tan sorprendente, cuentan de sus precoces experiencias personales, sociopolíticas y socioeconómicas, que alguno, según él, hasta era capaz de analizar la situación mundial de su tiempo y tomar seriamente partido cuando apenas había cumplido los diez u once años, no se si reír o llorar. Nosotros, los hombres, la gente, como diría Chesterton, utilizamos a diario la estrategia del pavo real para parecer, si no personajes, por lo menos unos seres enormes y deslumbrante, en realidad poco más que aves de corral como las otras, a veces desplumados como nos sentimos cuando la desgracia o el miedo nos acoquinan. No se si es que la verdad pura y simple parece aburrida o que necesitamos fingirnos a nosotros mismos las aventuras que otrora se veía obligado a correr cualquiera que pretendiese sobrevivir en el clima de inseguridad característico de nuestros antepasados nómadas. Lo que sí es evidente es que cada uno pretende ser protagonista de su historia, por escasa y mediocre que sea, y que nadie opta por soñar que pudo haber sido soldado de filas de Escisión el Africano, perdido en medio de la horda y puede que destinado a morir heroicamente en la batalla, pero como soldado desconocido.

No hay comentarios: