Viajar es cruzarse con el tiempo, me pregunto
a dónde iremos en realidad,
kilómetros y kilómetros adelante,
sin espacio real, ni tiempo que nos sitúe,
tal vez olvidados, en este preciso momento
de cuantos tienen relación con nosotros, capturados
en el estrecho margen del automóvil
que nos es más que un rugido y un color
pasando entre casas sin luz,
carreteras vacías,
nieve helada, allá arriba, a lo lejos,
y, de vez en cuando,
un soto o un árbol
que tal vez lleven la cuenta de los que pasamos
y lo sepan todo de nosotros.
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