La primavera no llega
cuando los malos poetas,
chirles,
güeros
y hebenes,
les llamaba Quevedo, descubren y cantan,
alborozados,
la llegada de las margaritas.
La primavera es concebida
cuando se despierta el primer oso
en el fondo
de su osera,
da un lametón al hijo próximo,
hunde la nariz en el suelo húmedo de la sibila
y aspira el olor
del propósito de nacer de las margaritas,
que todavía
no saben si está linda o no la mar,
triste la princesa
y puebla o no el jardín la presunción
de los fantasmas
de los pavoreales de Rubén Darío, casi arcángel.
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