martes, 6 de febrero de 2007

Es la mano del sol la que cada mañana
va poniendo las cosas en su lugar debido,
cada una con su forma y su color,
incluida el agua del arroyo que no tiene
color ni forma
porque es agua viva, que en seguida, canta;
son las manos del viento
las que me alivian el calor del verano,
me acarician con la ternura fresca
que me permite
sobrevivir a pesar de todo:
y allá lejos,
como una sempiterna llamada
es la línea del horizonte la que me devuelve la vista,
el afán de aventura, la esperanza,
que me permite
reanudar
el camino.

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