Escribid, escribid, sin descanso posible,
hasta que os duela la mano,
escribid,
hasta no poder más y será entonces
cuando sangraréis el mejor verso
de cualquier poema que hayáis estado escribiendo,
y será
precisamente entonces cuando el dolor estallará en vosotros
como ese himno de alegrías en mitad
de la novena tristeza sorda de Beethoven.
Escribid hasta no poder más y será entonces
cuando escribáis de veras
las tremendas palabras,
que ni siquiera os habíais atrevido a soñar.
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