domingo, 11 de febrero de 2007

Que el 11 de febrero, a las ocho y media de la mañana, el termómetro marque dieciocho grados centígrados es una novedad que al parecer justifica un cambio climático que los expertos sin embargo remiten a dentro de no sé cuántos años, O se equivocan o el futuro nos está remitiendo avances de lo que podrán ser entonces unas estaciones desquiciadas. Personalmente considero este invierno –hasta hoy- remedo de los veranos de mi niñez, y el verano pasado una agobiante novedad. Con algo a la vez tan complicado y desmesurado como es el universo, siquiera sea en el espacio mínimo que nos rodea y algunos conocen, no es ni aconsejable ni fácil andarse con bromas ni probaturas. Y más cuando ignoramos tanto y no sabemos si las cosas van a ir despacio o se van a precipitar como ocurre a veces con progresiones aritméticas, que hacen tránsito sin saber por qué a otras geométricas. Deberíamos mirarnos en la desaparición de los dinosaurios, tan súbita que dejaron en sus nidos huevos sin empollar, según al parecer descubren ahora en no sé qué remoto lugar, donde acaban de hallarlos y desenterrarlos. Le hemos perdido el respeto al entorno, y el entorno, evidentemente vivo, mueve instintivamente sus defensas corporales, probablemente tan eficaces como las de cualquiera de nosotros, solo que disparatadas en sus dimensiones proporcionales. No parece que la cosa importe a demasiada gente. Cada vez me parece a mí que hay más o escépticos o intrascendentes y es que da la impresión de que una mayoría opina que está fuera del conjunto, como protegido por una envoltura que exime de culpas, de responsabilidades, de complicación con lo que ocurre fuera, a la intemperie de la peligrosa calle donde una raza afín, pero distinta y cada vez más numerosa, vaga amenazadora. Todos nos damos cuenta –creo- de que está empezando algo, pero se nos antoja remoto y nos parece que no nos atañe, o, por lo menos, que no nos es posible hacer nada que altere el curso de lo que puede ocurrir. Creo que es un error, que todo ha empezado a concernir a todos y cada uno. Lo que pasa es que también puede ocurrir que muramos o que sobrevivamos sin enterarnos de ello.

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