viernes, 23 de febrero de 2007

No sé qué hacer, si volverme a poner o no los calcetines agujereados por las puntas de ambos dedos gordos. Por una parte, me avergonzaría quitarme los zapatos y exhibir semejantes –de niños les llamábamos “tomates”- buracos. Hace pocos días, exhibió unos parecidos el presidente del Banco Mundial y pudo o bien ser un descuido o exhibición de la moda otoñal que corresponde a quienes peinamos canas y supongo debemos vestirnos con arreglo a nuestra edad y condición. Pero también podría haber sido un descuido, y, después de todo, salvo accidente, ¿para qué voy a quitarme yo hoy los calcetines? Decididamente, me mudaré los calcetines. Soy un timorato.

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

Yo particularmente evitaré en lo sucesivo los calcetines agujereados, pues aunque uno piense que no ha de descalzarse, pudiera ocurrir que un vehículo despistado nos abata. Y en el acto de perder la conciencia o simplemente la verticalidad podría perder los zapatos. Y bastante malo es que digan de uno que ha sido atropellado como para que hablen de sus calcetines.

Abrazos.