sábado, 19 de abril de 2008

Cuesta hoy, tercer o cuarto día de humedad, desenroscarse de la condición de fósil nocturno, pequeño espécimen atrapado en el ámbar de la noche y reincorporarse en el doble sentido de erguir la espina dorsal y volver a la actividad de un nuevo día, inédito. En los pueblos mantenemos las ventajas de disponer de calma y silencio para irse despejando, recuperando esta luz nueva del nuevo día, otra vez gris, sudoroso de lluvia que llueve sin demasiado entusiasmo, como por cumplir, con la mar quieta, con esa inmovilidad con que un animal recibe expectante la caricia de alguien poco conocido. Salgo casi en seguida en busca del periódico y el pan. Casi todo el mundo, salvo algún noctámbulo que todavía viene de vuelta y algún insomne, que madrugó por recurso, casi todos vamos a buscar el periódico y el pan o regresamos de hacerlo, con nuestras bolsas colgando y si acaso la compañía fiel del perro, que va husmeando cada olor con deleite evidente, se para aquí y allá, marca, desahoga las urgencias y de ves en cuando me mira con esa confianza con que miran los perros si todavía estás ahí proporcionándoles lo que ellos creen que es seguridad y por ello confianza. El pan huele a pan caliente y el periódico a tinta, cuando los abro. El pan sabe a pan y el periódico a ceniza, con su habitual sarta de improvisaciones políticas y barbaridades domésticas. Todo es, al parecer, un poco más caro que ayer, pero la cosa va a mejor porque le van a poner unos remiendos, parte de los cuales es evidente que encarecerán un poco más la mayoría de lo necesario y menos, para tentar, lo superfluo. Gaste usted en superfluo –nos tientan- que lo necesario le será a pesar de todo imprescindible. Lo que al parecer está fuera del alcance de nuestros supuestos mandatarios es crear una economía productiva. Son las únicas que realmente valen para constituirse en esqueleto de un país, estado, nación o como quieran llamarle, que eso es lo de manos, pero que de veras esté vivo y esperanzado.

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