martes, 8 de abril de 2008

Soñé que tenía un alfar,
soñé ser alfarero, iba
sobando aquel jarrón de cuello femenino, delicado,
esbelto y grácil,
soñé que lo acariciaba
y la pieza, carnal, toda ternura
se iba convirtiendo
en carne casi,
después en espuma,
más tarde en nube, luego en luz de luna,
al final en recuerdo,
cuando se hizo pedazos de repente
entre mis dedos sorprendidos,
mis manos
heridas de dolor, inconsolables.

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